SOOO, MI GRAN ELEFANTE

¿Has pensado alguna vez con cuántos cerebros cuentas y cuáles de ellos toman las decisiones en tu vida?


La gente habitualmente piensa que sólo posee un cerebro y eso no es cierto del todo. Nuestro actual cerebro es el resultado de millones de años de evolución en los que, sobre un cerebro primitivo, se han ido añadiendo elementos más modernos.


La parte más antigua, filogenéticamente hablando, es el cerebro reptiliano. Se encarga de controlar la respiración, los latidos del corazón, la temperatura corporal y otras funciones básicas. Es imprescindible para mantener el cuerpo con vida.


Por encima del cerebro reptiliano nos encontramos con el cerebro límbico: es un poco más moderno y se encarga de regular nuestras emociones y recuerdos. Por ejemplo, dentro del sistema límbico están las amígdalas: una agrupación de neuronas que se van a activar cuando sentimos ira y reaccionamos con agresividad.


La parte más moderna, y la que nos diferencia de la mayoría de los animales conocidos, es el neocórtex. Es la parte racional que nos convirtió en los “humanos” que hoy somos.


Aunque hemos descrito tres capas cerebrales para facilitar la exposición, podríamos reducirlo a tan sólo dos cerebros: uno que se encarga más de las emociones y de los sentimientos; y otro que es la parte más racional.


Daniel Kahneman, en su libro “Pensar rápido, pensar despacio”, nos habla de dos sistemas: el sistema “uno”, refiriéndose al sistema límbico que es automático, rápido e instintivo y que se rige por las emociones; y el sistema “dos”, refiriéndose al córtex prefrontal, de funcionamiento lento y carácter lógico.


Seguro que tú has tenido alguna experiencia en la que has tomado una decisión de forma rápida, “desde el corazón”, que luego has tratado de justificarla desde la razón. 


Existe una metáfora muy útil para entenderlo en el libro “La hipótesis de la felicidad” del autor Jonathan Haidt. Compara a nuestro cerebro con un enorme elefante que está dirigido por un jinete sentado en su lomo.


La parte del cerebro más emocional correspondería al paquidermo, que puede llegar a arrasar con todo lo que se le ponga por delante si se desboca.


La parte racional sería el jinete, que lo dirige.


Si piensas, a modo de ejemplo, en un proceso de ruptura que hayas vivido, te darás cuenta de que es el elefante el que se siente mal. Más tarde, cuando el jinete controla la situación, te puedes dar cuenta de una forma racional de que esa relación ya no tenía sentido y no iba hacia buen puerto.


El elefante es impulsivo y funciona a corto plazo: lo quiere todo y ya. Es intuitivo, apasionado y visceral. Realiza acciones automatizadas y tiene mucha determinación.


El jinete es racional y se encarga de planificar a largo plazo. Le da mil vueltas a las cosas, en ocasiones hasta llegar a la parálisis por análisis. Tiene sentido común y le gusta controlar las situaciones. Es frío y cerebral pero lento a la hora de tomar decisiones.


Seguro que ahora estás repasando mentalmente a todos tus conocidos y familiares asignándoles el rol de jinete o de elefante, ¿verdad? Te darás cuenta de que, dependiendo de las circunstancias, en la misma persona puede ser más visible uno que otro. O, no: habrá personas que nunca muestren su elefante porque tenga un jinete muy dominador y otras que sean todo elefante, como si el jinete estuviera de vacaciones.


Como siempre, la virtud está en encontrar el equilibrio entre las dos partes; en conseguir que el jinete se complemente perfectamente con su elefante. Para ello, el desarrollo de la inteligencia emocional es un asunto clave.


Valora por un momento cómo actúas tú: más como un jinete controlador o más como un elefante desbocado. O quizás hayas logrado encontrar el equilibrio necesario entre los dos. Si aún no es así, dedícate desde hoy a la tarea de compenetrar a tu jinete con tu elefante.

Será un placer acompañarte desde la Tribu “INVIVEN”. Recuerda que, si no quieres conformarte con las migajas, puedes matricularte en la formación online “INVIVEN “(Instructores de Vivencias en Positivo) que cuenta con el aval de la Universidad Europea Miguel de Cervantes. 

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