Instructores de vivencias en positivo
Aristóteles decía que el sabio no busca el placer, sólo busca la ausencia de dolor.
“Siempre me doy contra el mismo muro de piedra, da igual que lo intente. Una y otra vez, el resultado es el mismo. La sociedad no cambia, la opinión de los demás es la que manda, la gente no quiere cambiar y siempre me encuentro con los mismos problemas. Estoy cansada y asqueada de que sea así. Por más que lucho, siempre encuentro las mismas respuestas.
¿Te suena de algo? ¿Reconoces a alguien a través de estas palabras? ¿Quizás a ti mismo?
La verdad es que te suelen enseñar que debes enfrentarte a los problemas. Quizás hayas visto demasiadas veces películas como “Braveheart” y tengas una visión casi romántica de lo que es morir en la batalla. Sin embargo, no son más que pamplinas que aprendes viendo la televisión.
Te enfadas y discutes hasta la muerte, si hace falta, porque asumes que eres el portador de la única verdad y debes defenderla a capa y espada. Nadie puede quitártela.
La verdad es que tu verdad no es la única y exclusiva. Te olvidas de que los demás tienen sus verdades y sus perspectivas.
Entonces, ¿quién tiene el bastón de la verdad? La mejor respuesta a esta pregunta es que nadie. Pueden existir tantas verdades como individuos. Cada vez que verbalizas tu supuesta verdad inmutable, y la trasmites a los demás, se distorsiona como en una versión adulta del juego del “teléfono roto”.
Cada vez que accedes a un recuerdo en tu cerebro, éste se modifica sin que seas consciente de ello. Le vas añadiendo o restando detalles sacados de tu imaginación. Y asumes esa nueva verdad, recién fabricada en tu cerebro, como eterna e invariable. ¡Nuestro coco nos juega malas pasadas!
Si trasladamos esta situación y sus consecuencias hasta el ámbito de las relaciones personales, podemos entender que nos surjan recelos hacia ciertas personas. De modo que, cuanto más interactúas con una de estas personas, menos la toleras. Hasta tal punto que, con sólo verla se te crispan los nervios y te pones automáticamente a la defensiva.
Todos tenemos una experiencia parecida, ¿verdad? Solemos decir cosas como: “con esa persona te juro que no puedo”, “me resta energía y sólo aporta negatividad”, “no hay quien hable con ella, siempre habla de lo mismo y no escucha a nadie más”.
Pero, ¡sorpresa! Si conoces a alguien que te provoque dichas emociones, es posible que te parezcas a ella más de lo que puedas imaginarte.
Sí, lo estás entendiendo bien. Puede ser que lo que estés haciendo es proyectar en esa persona los aspectos que menos te gustan de ti.
Por ejemplo: cuando nos quejamos de alguien que sólo se queja y piensa en negativo, estamos proyectando. Es más fácil ver la paja en el ojo ajeno, que el yugo en el propio.
Yo me pregunto si, en vez de sufrir de esta forma gratuita, no tendría más sentido afrontar la realidad desde diferentes posiciones. Es decir, buscar el sentir del otro a través de la empatía. Una vez conozcas su posicionamiento y sus circunstancias, puedes establecer un diálogo.
Por diálogo entiendo que dos personas, que parten desde puntos de vista diferentes y alejados entre sí, tienen la voluntad de aproximar sus pareceres a través del uso de las palabras. Asumiendo que ninguno de los dos tiene la verdad absoluta y que habrá que ceder partes de nuestros argumentos para llegar a aproximarnos. Y, quién sabe, quizás terminemos encontrándonos en algún punto intermedio.
Ya sé que el término “diálogo” está muy manido. No hace falta más que echar un vistazo al panorama político, ¿verdad? Por eso quiero reivindicar el valor del verdadero diálogo.
Para ir terminando, te quiero proponer una cosa. Y es que cada vez que percibas que te estás enfrentando a alguna situación incómoda, cambies el “chip” en tu cabeza para pasar a afrontarla.
Me preguntarás: “¿cómo?”. Aquí te dejo unos pequeños consejos:
Entonces, ¿qué decides?: ¿enfrentarte o afrontar aquello que te trae por la calle de la amargura?
No te conformes sólo con escuchar el mensaje. Pilla un boli y escribe todo lo que te haya inspirado. Y, luego, llévalo a cabo; sobre el papel no sirve para nada.
Me encantará conocerlo, así que escríbeme y me lo cuentas.
Será un placer acompañarte desde la Tribu “INVIVEN”. Recuerda que, si no quieres conformarte con las migajas, puedes matricularte en la formación online “INVIVEN “(Instructores de Vivencias en Positivo) que cuenta con el aval de la Universidad Europea Miguel de Cervantes.
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