Instructores de vivencias en positivo
Emilio Duró es Licenciado en Ciencias Económicas por la Universidad Autónoma de Barcelona y por la Escuela Superior de Administración y Dirección de Empresas (ESADE). Máster en Administración de Empresas por ESADE. Además es un excelente conferenciante internacional.
Las personas que, por genética entre otras razones, poseen el gen del optimismo tienen la obligación de diseminarlo por el mundo.
Lo último que se puede perder, más en épocas históricas como la que estamos atravesando, es la esperanza y los estados del ánimo.
Ver la parte buena de la vida es todo un reto que merece la pena de verdad. Porque el optimismo se necesita cuando las cosas van mal y te preguntas lo que puedes hacer para ser actor del cambio y no caer en la mera y vacía queja.
El pasado no se puede cambiar en absoluto y todos lo sabemos. Sin embargo, no todo el mundo sabe cómo llevar a la práctica esta verdad en el día a día.
La felicidad verdadera se encuentra cuando nuestros actos están en coherencia con nuestros valores y nuestra forma de ver la vida. Poder dormir cada noche sin miedo y sin angustias por cuentas pendientes.
Al fin y al cabo, lo más importante de la vida es el amor: cuánto has podido amar en la vida. Sin embargo, echando una mirada al mundo, cualquiera diría que se nos ha olvidado lo más importante.
Vivimos en una sociedad infestada por el miedo y la aversión a la pérdida. De esta manera, nos tienen enganchados por la parte más límbica de nuestro cerebro.
Porque nuestra mente viene de serie programada para ver lo malo, para centrarse en el peligro y en lo negativo. porque es lo que nos ha servido para sobrevivir como especie durante milenios.
Por eso, somos capaces de ver el único papel en el suelo de un restaurante, que por lo demás está impoluto, y sacar la idea de que el local está sucio.
Sin embargo, está en nuestras manos el poder de reprogramar nuestra mente a voluntad para abandonar el yugo que el miedo nos imprime e instalar el programa del optimismo.
Debemos separar el placer del bienestar. El primero se obtiene gracias a la dopamina y a las vías neurológicas que la usan como neurotransmisor. Esto hace que, a la larga, se genere una auténtica adicción que puede desembocar en la destrucción neuronal.
Por el contrario, el bienestar está más asociado a la serotonina, que es el neurotransmisor de la tranquilidad y la sociabilidad.
Sin olvidar nunca que, quien tiene un para qué, terminará por encontrar los cómos.
Apúntate a este café y sigue la senda del optimismo.
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